lunes, 16 de mayo de 2011

Papá viajero.

Este fin de semana la familia Falula ha estado de "colonias". Hemos ido con la gente de la piscina a una casa rural. O a un hotel rural, no sé muy bien lo que era, porque no tenía las ventajas de uno ni del otro. La verdad es que lo hemos pasado muy bien, pero de fin de semana de relax, nastideplasti. Hemos vuelto todos reventados. Y no sé cuándo vamos a descansar...

Esta semana el papá de Falula ha de viajar, bueno, ésta y la que viene, que vuelve el viernes y se vuelve a ir el domingo. La que me viene encima, madre mía. Y es que lo llevo fatal, eso de tener un marido viajero. Lo primero y más evidente, por la cuestión logística: la hora de la cena y el momento desayuno sin él son un poco caos, y es que ya tenemos muy bien enganchada la rutina. Lo segundo, por mí, porque le echo mucho de menos. Porque después de un día agotador lo que me carga el 70% de las energías es el momento en que me meto en la cama y me hago una bolilla a su lado para ver una de esas series que me gustan. Porque el desayuno está más rico y da más energía cuando es con él...porque echo de menos los poquitos ratos que conseguimos rascarle al día para estar juntos. Y tercero porque me da pavor. Ya sé que es absolutamente irracional, pero me da miedo. Y es que los viajes de mi marido son el limón de mis heridas sin curar. Me vienen a la mente un montón de experiencias dolorosas que sé que no sería capaz de soportar una vez más. Y trato de poner en práctica todos los trucos para no pensar. Con Falu casi todo el rato estoy ocupada, ese es un buen truco, dicen los expertos. Pero una canción, un anuncio o una coincidencia cualquiera me desatan -o más bien atan- un nudo en la garganta que no me deja respirar. Literalmente. Lo paso fatal. Él no lo acaba de entender, supongo que es difícil, porque es una cosa como muy personal mía, y me imagino que se siente mal porque en el fondo él no elige viajar. O al menos eso creo. O quiero creer. Y lo peor es que no solo lo paso mal cuando se va, sino desde que sé que se va a ir. Y me enfado con él por pura impotencia, por el miedo al miedo, porque él se va alegremente, solo con la cosilla de echarnos de menos, y yo me quedo aquí, con todos mis fantasmas campando a sus anchas.

Foto by Alberto Kriskovich


Y por cierto que, cambiando un poco de tema pero no mucho, me impresiona lo perceptivos que son los niños. O al menos Falula lo es. Lleva unos días que está como enfadada con su padre, no quiere que la vista ni que le peine, cosa con la que normalmente disfrutan los dos un montón. Y es que debe detectar que algo pasa. Y la paga con su padre. Pobre (padre).



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