martes, 5 de febrero de 2013

No sé si me he dado un golpe

Sí, sí. Ya sé que soy más poco constante que poco constante. Ya sé que al final me pasará como en el cuento de Pedro y el Lobo, que cuando diga "sí, sí, ahora sí que sí", nadie se lo creerá. Pero es que no me da la vida para más. Tengo mil novedades y tengo que ir encajándolas poco a poco, dando a cada cosa su espacio y organizándome el tiempo para llegar a todo. Si tenéis paciencia, un día, no sé cuál, os encontraréis leyéndome todas las semanas. Si todo va bien.

Por lo demás todo va bien, Falu con un poco de pelusilla, y Sally divertidísma, pero con mucho carácter y mucha caradura, que no sé si son la misma cosa o no. Ya tiene un año y cinco dientes, que además le han salido asimétricos. Ay de mí como herede la dentadura familiar (bueno, la de mi familia. La de su padre es envidiable).

De todas maneras, no sé si hoy es el mejor día para retomar el blog. Estoy poco inspirada y un poco obtusa. Ayer me debí dar un golpe o algo, la verdad es que no me acuerdo, pero es que es posible que no le prestara atención. La cosa es que me duele la cabeza y me mareo. Creo que estoy un poco contusa. Tendré que ir a que me vean. Afú.

Y no sé qué pasa (obtusa perdida, ya lo veis) que no puedo sincronizar las fotos del móvil con el ordenador, así que ni siquiera puedo ilustrar la entrada con una coronita o alguna cosa chula. Le diré a Papío que me lo arregle, porque además es urgente, que ya no puedo hacer más fotos con el móvil porque tiene la memoria llena ("¿Y para qué quiero yo un móvil con tanta memoria?" Le dije yo cuando me lo regaló).

Ay. Mi cabeza.



viernes, 16 de noviembre de 2012

imposible...

...escribir con calma hoy. Las tengo a las dos por aquí revolotreando y no creo que me dejen escribir más de dos líneas... Un momento, ahora vuelvo.


Decía que no creo que pueda contar con detalle que he comido con dos amigas y he pasado un rato delicioso en gastronomía y conversación. Relajadísima. La vida es una balanza y ahora de relax, nastideplasti.


Pero creo que puedo poner así en plan rápido las fotos de un cartelito que le hice a la niña de una amiga cuando nació. Se cuelga en la puerta de la habitación de la clínica, para anunciar la llegada del bebé. Lo hacen los italianos, lo ví cuando nació Salimón, y me dije "Qué tradición tan chula, me la apunto". Y aquí está. Falta la fecha, que se la bordé en el último momento y no me dio tiempo a hacerle fotos antes de entregarla.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Niveles alfa.

Papío está de viaje. Son las 20:58 y la pequeña acaba de caer. Falu está a punto, viendo a Caillou (al marisabidillo de Caillou, ese que tiene la madre perfecta y el padre perfecto, y el gato perfecto y la hermana perfecta, y los amigos políticamente correctos, de todas las etnias y minorías varias. A ese.) Y yo no puedo más. 

Esta mañana no me ha dado tiempo a escribir la prometida entrada diaria, hemos tenido una mañana de esas que la mamá de Caillou nunca tendría. 

Al principio todo iba bien; que Papío viaje tanto tiene pocas ventajas, pero una de ellas es ese tarro lleno de unas chocolatinitas que trae de los aeropuertos. Sirven para todo. Hoy a cambio de dos de ellas, Falu ha desayunado, y se ha vestido. Mi error (de principiante, por cierto), ha sido dárselas antes de peinarla. Peinar a Falu no es moco de pavo. Quien la conozca sabrá por qué lo digo, y quien no la conozca, que se haga cargo: pelo afro, pero en rubio. Total, que hemos tenido pollo. Y ya hemos salido tarde y aceleradas de casa. No contaré toda la tontería esa de que tengo el parking en la otra punta de la ciudad, total, para qué. La cosa es que hoy tenía el coche aparcado en la calle, al lado de casa, porque había piscina con Salimón. El coche al lado de casa, decía.  

Me encuentro ahora mismo borrando las líneas en las que me excuso por no parecerme en "nada, nada, nadita" a la madre de Caillou. Pero es que no tengo excusa. Y eso que hoy la intención era buena. Me he puesto monísima, con un vestido ideal que me compré el sábado en Almatrichi. Y unas medias negras, sin agujeros en las puntitas de los dedos ni bolitas, aparentemente normales. Pero eran del invierno pasado, o sea, premamá. Y me quedaban enormes. Y se me iban cayendo por el camino hacia el coche. En un brazo llevaba a Salimón. En otro, mi bolso, la márfaga de los eggs, la mochila de Falula y la mano de Falula y las llaves del coche. Ambas manos ocupadas, en resumen. Me agradeceréis que no siga. Cuando he llegado al coche manejaba niveles alfa de estrés en el cuerpo y muy malos presagios para el resto del día. 

La pisci no ha ido mal, la cría lo pasa bomba. 

En los vestuarios he valorado la opción de mangar unas medias, pero he desechado la idea, primero porque la mamá de Caillou jamás lo haría; segundo porque no había ninguna que pareciera tener mi talla; y tercero, porque puag. Así que me he ido a dejar el coche en su sitio reglamentario, que no es otro que el párking de la oficina de Papío. Y gracias a Dios había un Calzedonia cerca. Me las he llevado puestas. Y digna como una margarita, me he ido a tomar un café, mi merecido desayuno. ¡Al fin!

Y ya me venía a casita a escribir, con la niña roque, la barriga llena... y en la parada del bus me he dado cuenta de que me había dejado el bolso en la cafetería. He vuelto, vale, me lo habían guardado, Dios existe. Por el camino la niña se ha despertado con un hambre de quitar custodias, no llegaba a casa. Le he dado un potito que no se ha comido, le he dado un plátano que sí se ha comido (¡Chúpate esa, mamá de Caillou!), enterito y a bocados (nótese que no tiene dientes, el angelito). Otra vez niveles alfa de estrés. Y ya, muchísimo rato después, he llegado a casa sin poder decir nada. Me he sentado en el sofá al borde de la catatonia, esperando que el mundo mejorara sin mi ayuda. A veces es mejor. 

Un día, una amiga mía también tuvo un día malo. Para consolarla, le hice esto. 



Y ahora me voy a la cama, porque me duermo. Por cierto, Falu sigue despierta. Ay madre, que se me complica la noche. 

miércoles, 31 de octubre de 2012

Hoy he dicho un taco: capota.

Esta mañana llovía a cántaros en Barcelona. Falu feliz, claro, con botas, capucha y paraguas, qué más se puede pedir. Bueno, qué más puede pedir ella, yo hubiera pedido un montón de cosas, incompatibles todas con sus botas, capucha y paraguas.  En fin, que estábamos esperando a un taxi porque Mary Poppins ha llegado tarde a cogerme el relevo con Salimón (la pequeña. El porqué de este apodo da para una entrada, así que otro día ¿vale?), e íbamos muy justas de tiempo. Todo el mundo sabe que cuando llueve, coger un taxi se convierte en una odisea. Y más si hay huelga de autobuses. Y más si hay huelga de trenes. Y más si hay huelga de taxis. Pero a mí no me achanta nada, bah, dos gotitas.

A lo lejos he visto uno que paraba a descargar, he levantado la mano, sorteando una varilla del paraguas de patito de Falula, y sujetando la mano de la criaturita que iba directa a meterse en un charcazo que le cubría hasta la rodilla (de esos de árbol), con la mochila, la márfaga, y una manualidad ideal que le hicimos ayer a la profe. Y yo tan digna con mi mano levantada. Lástima no saber silbar.
El tipo del taxi para a mi lado con un poquitín de derrape, el justo para haberme chirriado, si no fuera porque yo también iba con katiuskas. Y baja la ventanilla.
_ ¿No irás para arriba, no?
_ Pues sí.
_ Ay, pues yo voy para abajo, lo siento.
_ ¿Pero es que no me ve, con la niña y todo? ¡No me puede hacer esto con la que está cayendo!
_ Lo siento señora, estoy en huelga.
¡Señora! ¡Me ha dicho señora!. Y entonces lo he hecho. Le he gritado hijoputa. Por llamarme señora y por dejarme tirada. Hijoputa.
Y entonces oigo una dulce voz que me dice: Mamá ¿Por qué le has dicho CAPOTA?
En fin, todo esto para contar que al final hemos llegado tarde al cole, y yo a mi clase de costura. Qué chulas mis clases de costura, por cierto. Con lo reacia que yo era, que una vez en el cole hasta me dejaron la asignatura de "Labores" para septiembre. Pero es que no saber coser me limitaba para hacer tantas cosas... Las coronas de los cumples, por ejemplo, me salen mucho mejor ahora que sé algunas cosas más aparte del pespunte de toda la vida. Ahora las hago forraditas, para que no les pique el fieltro y la lleven agusto durante toda la fiesta. Hoy pongo la que le hice a mi Falulilla en su cumple de 3 años.  Está forrada, pero la hice con papel termoadhesivo. Las últimas que he hecho las he cosido, y quedan mucho mejor, ya las colgaré. Pero esta me gustó mucho, por los colores y por todo. Habrá quien la haya visto porque está en facebook, pero bueno, va para el visitante espontáneo (porfa, porfa, ¡Quédate conmigo!).








martes, 30 de octubre de 2012

A la tercera va la vencida. Y el Bautizo de Isabel.

Ha llegado el momento. Y ya no se irá más (el momento dichoso, digo). Lo he estado esperando y esperando, a ver si se decidía a venir solo. Pero no. El momento de lanzar un proyecto nunca viene, hay que llamarlo, prepararle bien el camino, organizarse la vida y la cabeza, tomar aliento, hacer acopio de valentía, cerrar los ojos y gritar ¡YA! Y sólo entonces viene.

Falulando va a empezar a ponerse en marcha en serio. Para hablar de mis andanzas como madre de dos,  también, pero sobre todo para mostrar las cosas que hago y las que me gustan, para dar a conocer mi proyecto, compartirlo y poner el sello Sally & Falula en bautizos, comuniones, cumples, cenas románticas y celebraciones en general. Para niños y mayores, ole.

Es un proyecto que me hace muy muy feliz, y espero poder transmitir toda la alegría y la magia que yo siento a quien me de la oportunidad de colarme en sus cenas, en sus cumples, en sus regalos... en sus momentos especiales.

Así que al grano. Durante las próximas entradas iré posteando las cosas que he ido haciendo en este tiempo. Las fotos han de mejorar, lo sé. Tendré que plantearme un buen curso de fotografía. Una cosa más en mi nutridísima lista de tareas...

Bueno, pues eso, que al grano, decía.

Mi primer encargo "en serio" fueron los recuerdos de Bautizo de Isabel, la sobrina de una de mis mejores amigas. Fue un trabajo muy especial, y muy divertido de hacer. Ana, la mamá de Isabel, me pidió "algo marinero", y a partir de ahí comencé a hacer pruebas, a buscar materiales... Y el resultado fueron un montón de barquitos de papel vegetal colgando de un montaje en rayas rojas y azules. Creo que les gustó mucho. Y a mí.



Como no tenía taller, durante unos días invadí el comedor de casa. A Falu le encanta cuando trabajo, porque la mesa se llena de cuentas, papeles de colores, abalorios, tijeras (¡Tijeras! ¿Hay algo mejor?). Coge su escalerita de Ikea y se sienta a mi lado. "Yo te voy dando esto ¿vale, mami?" "¿Qué puedo hafer (hacer), mamita?". Y así, con su cara de angelito y su vocecilla dulce y musical, convierte mi trabajo en una actividad de alto riesgo para pelos, manteles, papeles y demás materiales susceptibles de corte. El truco es mantenerla siempre ocupada con algo que ella perciba como vital para el proyecto. Porque no hay nada más peligroso para una casa que una niña de tres años con unas tijeras y una madre ensimismada en su trabajo. Lo descubrí cuando le canté el réquiem a unas florecillas que tenía a modo de centro de mesa. D.E.P, florecillas.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Falula ha tenido una hermanita

Y la pobre aún no tiene "nombre". Ya nos surgirá alguno, conforme la vayamos conociendo más.

O sea que yo ya soy madre de dos. Siempre quise tener una familia numerosa, me gustaba la idea de tener la casa llena de gente, el follón y el alboroto de ser muchos. Y ahora pienso que no podré. Y no por volumen de trabajo, eso no me asusta (bueno, un poco sí, pero ese es un miedo superable). Creo que psicológicamente no soy capaz.

Me aseguran que son las hormonas, y que pronto me sentiré mejor y que cada uno encontrará su sitio, y que disfrutaré de la pequeña lo que he disfrutado de la mayor... pero ahora mismo no lo veo claro. Me da la impresión de que he dejado de acompañar a Falu en su proceso, de que ahora vuela más sola que antes. Ya se que en realidad poco tiene que ver con el nacimiento de su hermana, lo que pasa es que ya tiene dos años y medio, y cada día va siendo un poco más niña, un poco menos bebé. Pero antes no me daba cuenta, porque era MI BEBÉ. Y así estoy. Se supone que ese sentimiento de "sustitución" es propio de los niños, no debo ser una madre muy madura, pues. Y es que echo mucho de menos a mi bebé Falula.

Mi bebé de verdad, la chiquitita, es buena y preciosa, come y duerme y es un bebé blandito y amoroso. Y estoy encantada con ella. El amor no es el mismo que siento por Falula, pero eso no me hace sentir mal: de momento sólo la quiero porque es mía, aún no puedo quererla por quién es, ya la iremos descubriendo poco a poco. Estoy segura de que la querré como a Falu, de eso no tengo dudas. Además, la estoy disfrutando más, estoy más tranquila en cuanto a la lactancia, al sueño... Como madre primeriza, estuve bastante nerviosa, y tardé un poco en disfrutar del hecho de tener un bebé en brazos. Con la pequeña es distinto, ese miedo se ha convertido en tranquilidad, y disfruto de ella mucho más. Supongo así se compensan algunas cosas. Por ejemplo, esta niña pasa mucho menos tiempo en brazos que su hermana, pero es un tiempo más tranquilo y sosegado, sin que su madre sienta que está examinando sus constantes vitales cada momento, lo cual a sus 8 días de vida, es de agradecer, supongo.

lunes, 17 de octubre de 2011

El Libro de los Culitos y el Libro de los Bebés

Juan es un niño morenito, que tiene más o menos la misma edad que Falu y al que además le pasan las mismas cosas, qué casualidad. Justo ahora está aprendiendo a usar el WC y nos lo cuenta hablándonos de todos los tipos de culitos que hay en el mundo:  los de las jirafas, que son finos, los de los ratones que son pequeños, las cebras, que los tienen a rayas...




Y además la mamá de Juan tiene una barriga gordota y él está apunto de convertirse en hermano mayor.Y para contárnoslo, Juan se fija otra vez en la naturaleza: bebés de ratón que nacen sin pelo, bebés que nacen peludos...bebés de todas las formas y especies. Lo he comprado hoy, el lunes lo empezaremos a leer por las noches.



Son de la editorial SM podemos encontrar también "El Libro de los Abrazos" y "El Libro de las Buenas Noches", y rondan los 9,50€, depende de la librería.


Me estoy dando cuenta de que hace un tiempo a Falu ya no le gustan tanto los cuentos de imágenes y palabras, ahora le gusta que tengan un poco de argumento, le gusta sentirse identificada con las historias y los personajes. De hecho, uno de sus favoritos es uno en el que cuenta la historia de la familia Barbapapá, y hay una imagen en la que los 7 retoños de esta feliz pareja la lían parda a la hora de comer. Y es que se tiraría horas y horas viendo cómo uno de ellos come con las manos, el otro rompe un plato, el otro se cae de la silla...y se parte de la risa. Estamos creciendo, sí señor. (de este no pongo foto, que aún me queda un poco de vergüenza del post anterior, cuando encuentre el escáner la pongo)


Me voy a hacer maletas, porque me he convertido en una mujer previsora, y aunque esto lo leáis el lunes, lo estoy escribiendo hoy viernes. Y nos vamos dentro de un rato a la montaña con unos amigos.

¡Buen fin de semana!