viernes, 16 de noviembre de 2012

imposible...

...escribir con calma hoy. Las tengo a las dos por aquí revolotreando y no creo que me dejen escribir más de dos líneas... Un momento, ahora vuelvo.


Decía que no creo que pueda contar con detalle que he comido con dos amigas y he pasado un rato delicioso en gastronomía y conversación. Relajadísima. La vida es una balanza y ahora de relax, nastideplasti.


Pero creo que puedo poner así en plan rápido las fotos de un cartelito que le hice a la niña de una amiga cuando nació. Se cuelga en la puerta de la habitación de la clínica, para anunciar la llegada del bebé. Lo hacen los italianos, lo ví cuando nació Salimón, y me dije "Qué tradición tan chula, me la apunto". Y aquí está. Falta la fecha, que se la bordé en el último momento y no me dio tiempo a hacerle fotos antes de entregarla.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Niveles alfa.

Papío está de viaje. Son las 20:58 y la pequeña acaba de caer. Falu está a punto, viendo a Caillou (al marisabidillo de Caillou, ese que tiene la madre perfecta y el padre perfecto, y el gato perfecto y la hermana perfecta, y los amigos políticamente correctos, de todas las etnias y minorías varias. A ese.) Y yo no puedo más. 

Esta mañana no me ha dado tiempo a escribir la prometida entrada diaria, hemos tenido una mañana de esas que la mamá de Caillou nunca tendría. 

Al principio todo iba bien; que Papío viaje tanto tiene pocas ventajas, pero una de ellas es ese tarro lleno de unas chocolatinitas que trae de los aeropuertos. Sirven para todo. Hoy a cambio de dos de ellas, Falu ha desayunado, y se ha vestido. Mi error (de principiante, por cierto), ha sido dárselas antes de peinarla. Peinar a Falu no es moco de pavo. Quien la conozca sabrá por qué lo digo, y quien no la conozca, que se haga cargo: pelo afro, pero en rubio. Total, que hemos tenido pollo. Y ya hemos salido tarde y aceleradas de casa. No contaré toda la tontería esa de que tengo el parking en la otra punta de la ciudad, total, para qué. La cosa es que hoy tenía el coche aparcado en la calle, al lado de casa, porque había piscina con Salimón. El coche al lado de casa, decía.  

Me encuentro ahora mismo borrando las líneas en las que me excuso por no parecerme en "nada, nada, nadita" a la madre de Caillou. Pero es que no tengo excusa. Y eso que hoy la intención era buena. Me he puesto monísima, con un vestido ideal que me compré el sábado en Almatrichi. Y unas medias negras, sin agujeros en las puntitas de los dedos ni bolitas, aparentemente normales. Pero eran del invierno pasado, o sea, premamá. Y me quedaban enormes. Y se me iban cayendo por el camino hacia el coche. En un brazo llevaba a Salimón. En otro, mi bolso, la márfaga de los eggs, la mochila de Falula y la mano de Falula y las llaves del coche. Ambas manos ocupadas, en resumen. Me agradeceréis que no siga. Cuando he llegado al coche manejaba niveles alfa de estrés en el cuerpo y muy malos presagios para el resto del día. 

La pisci no ha ido mal, la cría lo pasa bomba. 

En los vestuarios he valorado la opción de mangar unas medias, pero he desechado la idea, primero porque la mamá de Caillou jamás lo haría; segundo porque no había ninguna que pareciera tener mi talla; y tercero, porque puag. Así que me he ido a dejar el coche en su sitio reglamentario, que no es otro que el párking de la oficina de Papío. Y gracias a Dios había un Calzedonia cerca. Me las he llevado puestas. Y digna como una margarita, me he ido a tomar un café, mi merecido desayuno. ¡Al fin!

Y ya me venía a casita a escribir, con la niña roque, la barriga llena... y en la parada del bus me he dado cuenta de que me había dejado el bolso en la cafetería. He vuelto, vale, me lo habían guardado, Dios existe. Por el camino la niña se ha despertado con un hambre de quitar custodias, no llegaba a casa. Le he dado un potito que no se ha comido, le he dado un plátano que sí se ha comido (¡Chúpate esa, mamá de Caillou!), enterito y a bocados (nótese que no tiene dientes, el angelito). Otra vez niveles alfa de estrés. Y ya, muchísimo rato después, he llegado a casa sin poder decir nada. Me he sentado en el sofá al borde de la catatonia, esperando que el mundo mejorara sin mi ayuda. A veces es mejor. 

Un día, una amiga mía también tuvo un día malo. Para consolarla, le hice esto. 



Y ahora me voy a la cama, porque me duermo. Por cierto, Falu sigue despierta. Ay madre, que se me complica la noche.