martes, 31 de mayo de 2011

La casa nueva

Qué ilusión hace estrenar casa. Las obras han sido como un embarazo. Igualito igualito aunque sin el dolor de espalda y los pies hinchados. Empezamos en Noviembre y, al principio, el embrioncito inmobiliario iba desarrollándose a pasos de gigante, cada día que lo veíamos nos parecía que iba a ser más grande, más listo y más guapo, y sobre todo más cercano. Esos primeros meses, los del "trabajo sucio", que fueron ráapidos y eficaces, dejaron paso a un segundo periodo lleno de alegrías y vitalidad: las ventanas, el parquet, ya parecía aquello un bebé-casita con cara y ojos. Pero cuanto más parece que la mudanza será yadeyá, más largo se hace. Tardaron años y eternidades en hacer los armarios, años y eternidades en poner los zócalos y terminar los baños...años y eternidades en traer la dichosa encimera de la cocina, que es chula a rabiar, pero caray, ha de ser igual de laboriosa, porque les ha costado fabricarla no sé ni el tiempo.


Y ahora ya está, pero no está. La gran noticia podría saltar cualquier día entre esta semana y la que viene, pero aún no sabemos qué día será. La inminencia del asunto hace que el tiempo se vuelva lento y pegajoso... Iba a decir que es como cuando tienes contracciones de esas que no son de parto pero que te parece que sí, pero mejor me busco otro símil, porque yo de contracciones no tengo ni idea, que no tuve ni una sola.

Ahora tengo que ultimar los detalles de mi canastilla doméstica: buscar una silla que nos falta, coordinar con los tipos del sofá qué día me lo traerán, y lo mismo con la cama (una cama maravillosa de Coco Mat que promete terminar con todos mis dolores de espalda), buscar la mesita de centro, ir a Ikea por los básicos... Comprar toallas y sábanas en Zara Home (soy adicta a Zara Home, qué le voy a hacer), y miles de puntos suspensivos que a Papá Falulo le llenarán de estrés e impaciencia. Lo presiento.


Ahora solo nos falta ponerle nombre a la criatura ¿"Villa Falula" os parece bien?

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