lunes, 30 de mayo de 2011

La dieta con flores es menos dieta (¿no?)

¡Madre mia, cuántos días sin escribir!

Papá Falulo por fin llegó, y para celebrarlo, el viernes por la mañana nos fuimos de turistas por Barcelona. Desayunamos en la Boquería, esos berberechos gorditos y sabrosos que hace Pinocho. Y croquetas, que son las únicas aquí en Barcelona que me gustan de verdad, porque las hacen con la bechamel suavecita. Y Mongetes de Santa Pau con chipirones. Y la cosa continuó con una paellita en Casa Delfín, y con un Pad Thai en el Forum, antes de ver a Pulp. Y bueno, si resumo en términos gastronómicos el fin de semana, la conclusión es que estamos a dieta. Solo los adultos, eso sí, que como la pongamos a dieta, a Falula se la lleva el viento. 


Total, que tenía pendiente hablar sobre el curso de decoración floral de Cookiteca. La verdad es que estuvo muy bien. Marie-Claire, de Ghali Flowers, es un encanto y sabe latín. Mucho latín. Y la tira sobre flores, que en su caso es casi lo mismo. Pienso poner en práctica muchos de los trabajos que hizo, y más, porque no sólo nos dio ideas que reproducir, sino ideas sobre tener ideas, lo cual es todavía mejor. Me encantaron los "kiwis rellenos" y la "manzana florida", porque son fáciles de hacer, rápidos, originales y muy efectistas. 






Luego hizo un par de centros más elaborados. Este de las fotos me pareció espectacular, pero no se si me veo capaz de reproducirlo (no obstante lo intentaré). Además de las flores que se ven a simple vista, la base está hecha con ramilletes de tomillo: una delicada manera de representar la fusión de la decoración con la gastronomía, me pareció. Lo veo en una mesa primaveral bajo un árbol, fresca y bohemia, con un puntito lujoso, por ejemplo con cubiertos dorados. Con platos y mantel blancos, copas ricas y labradas, servilleteros de color...



En un nanosegundo montó otro también muy chulo con botellas de Solan de Cabras que ya había hecho yo antes de conocerla, pero con botellines de cerveza "raras", por ejemplo una Jacobsen de Dinamarca, o una Sapporo de Japón. No somos muy cerveceros (somos más de Gin), pero de vez en cuando alguna cae, y los botellines me gustan, porque me recuerdan el momento concreto en el que nos bebimos, sedientos en el caluroso Kioto de julio, o en el gélido Copenhague en diciembre, su espumoso y agrio contenido. Ole. No tengo documento gráfico de mi centrito, pero ya le haré fotos que lo tengo en la terraza de casa con flores de SIA (de mentirijillas, pero muy bien conseguidas). Pongo foto del de Marie-Claire. Al lado del de las botellas hay otro, alto y sencillo, también bonito, pero no tan de mi estilo, que ella hizo en menos de cinco minutos y a que a mí me hubiera costado media vida.



Luego nos propuso montar un arreglo en una cestita. Hubo gente que hizo cosas espectaculares. Yo me amontoné un poco, pero creo que me quedó mono. Correcto al menos. Soy un poco desastre y no le hice fotos. Se lo regalé a la madre de Papá Falulo (no me sale nada llamarla suegra), y todavía lo tiene puesto en el aparador, pero ya está un poco mustio, no es plan de hacerle fotos ahora. La próxima vez no se me olvidará, lo prometo.

En su tienda-taller Marie-Claire organiza cursillos, algunos cortitos tipo este, y otros en los que profundiza más. Yo me lo voy a pensar, porque se me muere hasta la albahaca, y buena falta me haría. 






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